domingo, 31 de agosto de 2008

En vísperas de septiembre, en vísperas de primavera.

Domingo. Se acaba el tiempo, dicen. Los entendidos hablan de cien meses, o quizá menos; cien meses para que terminemos de destruir nuestro planeta. Como un cáncer, que aniquila su morada sin caer en cuenta de que no hay cosa como morada y residente —o usufructuador desmesurado, para ser más precisos—. Más que habitante incluso, el ser humano es parte de la Tierra, por insulso que suene. Acaso el sentimiento reactivo de insulsez no sea sino una excusa para no hacerse responsables. Porque la Tierra tampoco es sólo tierra, se entiende: no es sólo suelo bajo mis pies y campo de cultivo y mina de metal y superficie de industrias manufactureras y basurales. No, no es solo eso y lo sabemos todos y nos hacemos los idiotas. La Tierra es todos nosotros y las relaciones entre nosotros, es un cuerpo con venas de agua que no se recicla nunca del todo: bebemos permanentemente nuestra propia mierda, como quien dice; no hay filtro ni tratamiento natural de aguas servidas que dé abasto en tiempos del mal denominado homo sapiens sapiens. Un papel de superocho, no digo ya en un bosque, sino sólo en el camino, en la calle si se quiere, y de la calle al basural que no tiene más espacio en qué erigirse sino el suelo; suelo que por precipitación, irrigación, evaporación y resultante caldo de todos los efluvios del planeta; suelo que al envenenarse, digo, envenena todo lo demás.

Se acaba el tiempo, dicen, y los ecologistas son bobos u oportunistas; ingenuos sin visión política, histórica o cualquier otra, ciegos ante la crápula arraigada en —o quizás parte estructural de— cada ser humano; o bien, y estos son los peligrosos —o más peligrosos: los primeros no matan gente pero carecen del coraje de salvarla—, utilizan las causas ecologistas o seudoespirituales para maquillar los más negocios más lucrativos, antiecológicos y antiespirituales. Qué asco. Publicidad y dinero: cualquier lector medianamente perspicaz de las páginas de lo cotidiano sospechará cuanto de eso hay entre líneas, entre las líneas de esos llamados “nuevos paradigmas”. Arroz integral más caro que el procesado, por ejemplo. Dos opciones: carpe diem memento mori —de aquí a cien meses, acaso antes— o bien, que cada quien trate de contribuir con lo poco que pueda —con su granito de arena, dirán ellos, en su argot de lugares comunes—, llevando a reciclar las latas de cocacola, componiendo un compost en la casa con restos de lechugas compradas en bolsas plásticas.

Se acaba, dicen, y no sólo los glaciares. Anteayer se volcó un bus de colegialas en gira de estudios. Nueve murieron. Pudientes, conservadoras, posiblemente virtuosas. Niñitas de Dios. No vendrán los curas a decir que lo merecían: la legión tiene asegurada su parcela. Y tampoco vendrán los otros: un hijo muerto es un hijo muerto, sea de quien fuere. Una hijita. Dieciséis años a lo sumo. Cuídese, no haga leseras, páselo bien. Se despide unos días, se despide por la vida. Cierto es que cada vez debiera ser como la última, para todos; pero nueve niñitas en gira de estudios es como para irse a patadas contra el cielo. Qué cielo, por Dios. Pero para las demás, para las que se salvaron, será tamaño aprendizaje: a partir de ahora comenzarán una nueva vida, conscientes de que estamos de paso, de que todo es prestado, de que el mañana en estricto rigor no existe, dirán. Debieran agradecerlo, dirán. Pero es tan difícil cuando hay muertos.

El mañana, en estricto rigor, no existe. Pero sólo para nosotros: imposible saber quiénes, de los que amamos, nos sobrevivirán. He ahí la dificultad. Podemos no temer a la desaparición, podemos incluso ansiarla, con voluptuosidad casi, pero resulta imposible concebir para ellos una razón para seguir, un argumento para decir “vale la pena”, sin antes haberla concebido para nosotros mismos. Y sin mantenerla. La mitad más uno del tiempo, al menos. Con qué cara, si no. Y es imposible amar, diga lo que diga la monja depresiva que todos llevamos dentro, sin amarnos primero: con pelos e intestinos. Difícil. Y sin embargo, que esa conciencia de que los demás persistan se reduzca para algunos —para tantos, para los más cercanos— a dejar estipulada la repartija de metal y cosas. Las cosas, maldición: tenía mamá y hoy tengo muebles. Repartija de la sed de multiplicación, además: la condenación de cumplir los sueños de los muertos, tomada libremente. No por nada el oro simboliza el excremento. Hay que dejar sanitizadas las tripas: no vaya a ser, no vaya a ser que un día de estos, saliendo de la casa, al doblar una esquina, y quedan los hijos con el cacho. No hay más sentido que seguir cagando, dicen.

Y sin embargo, en vísperas de septiembre, bajo una plasta de smog, florecen magnolios blancos.

domingo, 22 de junio de 2008

Entrevista

En exclusiva:

Entrevista al Emperador Nerón

Controvertido gobernante romano accedió a abandonar por unas horas los círculos más profundos del Averno y conversar con La Gaceta de Perquenco

Por Fernanda Weinstein Perelman

Viernes 17 de Brumario, 14:32 horas, Café del Observatorio Lastarria. Emanando un leve hálito de azufre, ondeando los dorados rizos al viento, ataviado con una túnica color lagartija; flamante como siempre y ansioso de probar el café –ciertos colombianos condenados le habían hablado maravillas en el Tártaro-, acude Nerón a la cita. Chispeante y locuaz, no tardó en inquirir acerca de la farándula y la política locales; sin llegar a comprender, por otra parte, la utilidad de los tenedores. A continuación, un extracto de nuestro ameno diálogo.

Señor Nerón: pasados casi dos milenios de su gobierno, usted es recordado como el extravagante emperador adolescente, tirano y matricida, que mandó incendiar Roma y luego perseguir a los cristianos. ¿Qué tiene que decir ante tales acusaciones?

Su Excelsa Majestad Nerón Claudio César Augusto Germánico para usted, señorita plebeya periodista (¿podría repetirme luego qué era eso de periodista, por Plutón?). Matricida y fraticida, para su información; además de otras muchas ejecuciones que proclamo y me adjudico a mucha honra. Loa y encomia mi magnificencia el tal reconocimiento, aunque no esperaba menos; avívame el recuerdo de mi pequeña urbe danzante bajo las flamas, perfecta peripecia, sublime hasta las lágrimas, tan irresistiblemente bella que no pude sino devanar las notas de mi lira los cinco días que tardó la escoria en sucumbir bajo las deflagraciones.

Pero entonces, ¿es cierto que usted ordenó el incendio? ¿Puede decirnos por qué lo hizo?

¡Y todavía pregunta, último despojo de las parcas! ¡Pues cierta y axiomáticamente lo hice yo, Nerón Claudio César Augusto Germánico! ¡Que dos milenios no hayan servido para nada! ¿Quién otro lo hubiese podido de modo tan poético? Librarse de una vez por todas de aquellos podridos despojos; de aquel remedo de ciudad en que mi bienamada Roma estaba transformándose, y luego volverla a erigir desde los cimientos como una fastuosa epopeya a mi excelsitud. Y, de paso, eliminar unos cuantos cristianos; esas gentes de ignominiosa ralea que osaban predicar, con tan inusitada desvergüenza, toda una sarta de aberraciones. ¡Condenar la pompa, la lujuria y la alabanza al César; habrase visto! Y todo por boca de un estoico mal vestido; abogado de la pobreza, la humildad y la igualdad... ¡No ha habido nunca ni hay ni habrá en el mundo nadie más igual que yo!

¿Por eso rompió también con Séneca?

Oh, Lucio Anneo, vetusto mastín, ¿qué incurable enfermedad hubo de alojarse en tu espíritu para forjarte tan amante de la pequeñez? Mucho tiempo atesoré la esperanza de que recapacitara, ¿sabe?; de que acaso los sicalípticos bucles de algún Adonis lo hicieran renunciar a la renuncia... Pero el viejo era inflexible: ¡supiera usted a qué beldades desairó; dejando a los más preciosos efebos de oriente y occidente sumidos en la más empalagosa melancolía! Fue demasiado: lo único que quedaba era que Séneca renunciara a Séneca.

martes, 3 de junio de 2008

domingo, 1 de junio de 2008

Crítica de cine

Hace tres domingos, al atardecer, encontré entre mis DVD copiados “La muerte y la doncella” de Roman Polanski. Había adquirido la película hacía unos meses, sin mayor referencia; sólo cautivada por el título ―siempre he sido fanática de Schubert, en especial de dicho cuarteto de cuerdas― y porque mi experiencia previa con Polanski nunca me había dejado insatisfecha. Hasta entonces no había tenido tiempo de verla y la tomé, en medio del spleen dominical, como quien toma un chaleco salvavidas.

Resultó ser que el filme de 1994, protagonizado por Sigourney Weaver, Ben Kingsley y Stuart Wilson transcurría en “una república sudamericana al poco tiempo del retorno de la democracia”. Resultó ser que esta república era Chile; como delataba el rostro de Gabriela Mistral en uno de los billetes que Paulina Salas roba a su marido Gerardo Escobar (imagínese el lector de esta crítica cómo sonaban esos nombres en boca de actores norteamericanos), y cierta mención a la calle Huérfanos. Sin embargo, el escenario en general ―paisaje, clima, decoración interior de la casa― poco tenía que ver con la fisonomía nacional: tratándose de Polanski, seguramente no se debe a una negligencia sino a un intento deliberado de mantener cierta ambigüedad de contexto, salvo en pequeñas alusiones.

“La muerte y la doncella” es en sí un thriller psicológico; donde todos los elementos confluyen para potenciar un efecto a la vez angustiante y claustrofóbico: planos cerrados, sólo tres personajes, un mismo espacio interior para la mayor parte de los acontecimientos y una misma pieza musical ―el primer movimiento del cuarteto― repetida hasta el cansancio; dando a la acción un carácter estático y circular que llega a resultar exasperante. Las actuaciones resultan creíbles; la fotografía, sobria; el guión, probablemente más atractivo y conmovedor para el público norteamericano que para nosotros; “ciudadanos sudamericanos a casi 20 años de retornada la democracia”.

Días más tarde, averigüé que se trataba de la adaptación de una pieza teatral chilena, nada menos: la obra homónima de Ariel Dorfman, quien además gestó el guión, junto a Rafael Yglesias. Una película de Polanski con guión chileno nos hace recordar que tuvimos una Miss Universo, que salimos terceros en el Mundial del ’62 y que un compatriota nuestro jugó un rol central en la fundación de las vanguardias en París.

domingo, 25 de mayo de 2008

Crítica literaria: Lanchas en la bahía

En tiempos en que la escena nacional se ve invadida, década tras década, por sucesivas oleadas de nuevos narradores, un ejercicio ciertamente fructífero es volver a leer a Manuel Rojas; Premio Nacional de Literatura de 1957. Y leerlo de adulto; por mucho que las ediciones “Viento joven” de Zig-zag nos hagan pensar que estamos ante esas lecturas obligatorias que solíamos despreciar durante la Enseñanza Media ―o la Básica, a veces―.

Lanchas en la bahía (1932), su primera novela, es una obra de ficción enmarcada en un escenario autobiográfico: los “bajos fondos” de ese puerto de Valparaíso a principios del siglo XX, donde el autor trabajó como estibador y cuidador de faluchos a su vuelta al país desde Buenos Aires. Escrita en una prosa poética llena de imágenes y sinestesias, sin perder la sencillez; con diálogos simples y profundos, verosímiles; y con un episodio de monólogo interior digno de Faulkner, ofrece un vívido retrato de aquel espacio, tiempo y fauna humana. Pero, como en el caso de las grandes piezas de arte, logra responder a la exhortación de Turgenyev: “pinta tu aldea y serás universal”.

Tomado aisladamente, el argumento puede sonar bastante pueril: un adolescente, alejado de su familia, debe afrontar las dificultades del mundo; conociendo en el camino a algunos buenos amigos y al primer amor. Jugando a las clasificaciones, se trataría de un bildungsroman cualquiera, emplazado en un espacio criollista. Ahora bien, lo interesante de la novela radica en que, a través de las descripciones de paisajes, exteriores e interiores; una profundidad y agudeza de autoanálisis ―del narrador-protagonista― fuera de los común; una falta de miedo a la sensibilidad que se agradece ―en estos tiempos en que la norma es tomar distancia, ya sea mediante la extrema frialdad o la ironía descarnada―, sitúa la anécdota en un plano considerablemente secundario; tras la preeminencia del auténtico testimonio humano. Así, logra tocar las fibras más emotivas y empáticas del lector; y uno cierra la contratapa diciendo: “he aquí un testimonio honesto, he aquí una verdadera obra de arte”.

jueves, 15 de mayo de 2008

Columna de opinión: Flatus vocis

El fin de semana pasado operaron otra vez a mi hermana. Eso significa que debí pasar alrededor de doce horas diarias en la clínica. Se entenderá que, en algún momento, intentar leer a Dostoievski mientras mi familia interactuaba entre cuatro paredes terminó por fastidiarme. Y en serio. Fue en ese momento, ya avanzada la tarde del domingo, que un amigo aceptó el ofrecimiento de un café; un amigo que suele rescatarme en estos casos.
El primer piso de la Alemana hay una cafetería, donde uno puede sentarse a descansar de sus enfermos. En general, todo el mundo habla. Y mucho. Nosotros no éramos la excepción: llevábamos mucho tiempo sin vernos, y era necesario “ponerse al día”. Como generalmente sucede, a los quince minutos se nos había acabado el tema. Sin embargo, ninguno de los dos quería irse.
Disfrutamos de la compañía del otro, pero no tenemos de qué hablar: no vemos televisión, no vamos al cine, no compartimos lecturas. No nos interesa la farándula, y no tenemos tiempo de enterarnos de los sucesos “de actualidad”: estamos demasiado absorbidos por el trabajo y las responsabilidades familiares. Estas últimas nos agobian lo suficiente como para no ahondar mucho rato en ellas. Sólo queda hablar de los estudios; pero nuestras carreras poseen vocabularios tan distintos que ninguno entiende al otro cuando le cuenta lo que está haciendo. Finalmente recurrimos a las anécdotas inconexas; pero el repertorio tampoco es tan amplio, y tampoco permite abrir el diálogo –qué cabe contestar ante una anécdota: “ah, qué entretenido”, y le toca al otro recordar una cualquiera-.
Sobreviene el silencio: el silencio es incómodo, y dentro de las clínicas no se puede fumar. Alrededor sigue constante el murmullo: ellos tendrán qué decirse.
¿Por qué será que necesitamos llenar ese silencio? ¿Por qué nos empeñamos en escondernos tras las palabras, en vez de estar simplemente junto al otro? Buscamos con desesperación la compañía, pero nos aburrimos estando acompañados: perdemos el tiempo representando absurdas conversaciones, enmarcadas en la dictadura de los medios de comunicación masivos. Cuando no accedemos a los medios, escapamos al automatismo de los “temas”: en teoría podríamos hablar de cualquier otra cosa, pero hemos agotado las novedades. Aparece la incomodidad: estamos condicionados a comportarnos como gallinas. Antes, los “temas” eran las noticias del mundo; antes aún, las noticias del pueblo.
Hace unos meses, conocí a un japonés. Me contó que, tradicionalmente, los japoneses se reunían en torno a la ceremonia del té. El té se servía en el más absoluto silencio. El silencio era normal. En los últimos años, nuestro ruido ha terminado por invadirlos: han comprendido que, para imitar a los occidentales, un paso importante es aprender a cacarear.

viernes, 9 de mayo de 2008

Noticia de sociedad

30 de abril, Hotel Sheraton de Santiago:

Especialistas nacionales e internacionales analizaron importancia de la educación científica en la actualidad

Seminario Educa conCiencia “Desarrollo de Competencias Científicas, Tecnológicas y de Innovación”, organizado por el programa EXPLORA CONYCIT, contó con la participación de autoridades, expertos en la materia, profesores y sostenedores de establecimientos municipales, subvencionados y particulares de todo el país.

Fernanda Weinstein Perelman

Santiago. Como parte del Programa Nacional de Educación No Formal en Ciencia y Tecnología EXPLORA, creado en 1995 por la Comisión Nacional de Educación Científica y Tecnológica CONYCIT, el pasado 30 de abril se realizó el Primer Seminario Internacional Educa conCiencia. La iniciativa tuvo como objetivo “conocer e intercambiar los avances y la experiencia de países e instituciones que han avanzado en esta materia y profundizar en los desafíos que representa la formación por competencias en Ciencia, Tecnología e Innovación de niños, niñas y jóvenes”, según señaló en el discurso inaugural la presidenta de CONYCIT, Vivian Heyl.

Durante la jornada, los distintos expositores abordaron diversos temas: cuánto y cómo aprenden los escolares chilenos, el papel de los estándares en la calidad de la educación, la educación científica desde el juego y la indagación y la revisión de experiencias exitosas realizadas en este campo. Entre ellas, el programa “Tus competencias en ciencia”, mencionado por la directora de éste Alejandra Villarzú y por Alejandra Araya del Centro Educacional San Joaquín, ha demostrado ser particularmente atractivo para los alumnos; a través de talleres de experimentación e investigación que les permitan “descubrir los contenidos por sí mismos” (“El mercurio”, 5 de abril).

Por otra parte, la intervención de uno de los invitados internacionales amplió los horizontes hacia otras asignaturas; señalando que “las clases basadas en la experiencia no sólo sirven para enseñar ciencias”:

“El principio es el mismo, sólo cambian las actividades. En historia no sirve hacer un experimento en la clase, pero sí se puede hacer una investigación en que los alumnos no sólo recopilen información, sino que desarrollen una hipótesis” señaló Nicolas Poussielgue, geólogo francés experto en educación y representante del proyecto “Las manos en la masa”, creado en Francia en 1996.

viernes, 25 de abril de 2008

Noticia de espectáculos

Flamenco en el Municipal:

Eva La Yerbabuena regresa con exitoso montaje “Santo y Seña”

Bailaora y coreógrafa española, celebrando diez años de destacada trayectoria, comienza en nuestro país una gira por América; tras ser ovacionada en el teatro Chaillot de París.

Fernanda Weinstein P.

Luego de haber conquistado al público chileno en el 2006, como uno de los puntos más altos del Festival Internacional Santiago a Mil, Eva La Yerbabuena vuelve a nuestro país con su nuevo espectáculo: “Santo y Seña”, resumen de sus diez años sobre el escenario. La artista Premio Nacional de Danza 2001, considerada una de las mayores exponentes del flamenco a nivel mundial, se presentará en el Teatro Municipal los días 24, 25 y 26 de abril a las 20 horas; acompañada de 15 músicos, entre cantaores y guitarristas.

Por otra parte, el éxito de este montaje, con su característica estampa clásica y moderna a la vez, demuestra que la bailarina se encuentra en un momento cúspide. Al menos, tal ha sido la impresión de los organizadores al narrar la aclamación recibida el pasado 9 de abril:

“Como si de una coreografía orquestada se tratara, el patio de butacas del célebre Chaillot de París se puso en pié para aplaudir, durante varios minutos, a Eva Yerbabuena. Tal fue el lío, que tras varias "glorias" de telón y con la luz de sala ya encendida, el público se resistía a marchar, aplaudiendo a ritmo hasta que Yerbabuena volvió de nuevo al escenario”.

Fuentes:

www.emol.com

www.evayerbabuena.com

www.lasegunda.com

jueves, 10 de abril de 2008

Noticia

7 al 13 de abril

Instalan enorme ballena inflable frente a La Moneda

A dos meses de reunión de la Comisión Ballenera Internacional, Campaña Océanos de Greenpeace Chile organiza “Expo Ballena”; en tanto que Comisión de Medio Ambiente del Senado avanza en tres proyectos de ley de protección y conservación.

Hasta el domingo se extiende la invitación de Greenpeace a participar de “Expo Ballena” en la Plaza de la Cultura, frente al Palacio de La Moneda. La exposición fotográfica, dispuesta alrededor de una ballena inflable de 35 metros, cuenta además con stands informativos y diversas actividades como música en vivo, documentales y pintura sobre lienzos. La idea es sensibilizar a la comunidad respecto de la importancia del cetáceo para nuestro ecosistema: “hemos preparado una semana de actividades que nos permitirá aprender de una forma entretenida acerca de sus características, su hábitat y sus actuales amenazas”, señala la invitación que ha circulado online, firmada por el actor y miembro de la organización Francisco Melo.

Esta iniciativa forma parte de la Campaña Océanos de Greenpeace Chile, ante la inminente realización en nuestro país de la 60ª reunión de la Comisión Ballenera Internacional. En esta instancia sesionarán los 78 países integrantes. Al respecto, durante la inauguración de “Expo Ballena” el pasado lunes 7, la Ministra de Medio Ambiente Ana Lya Uriarte expresó la postura del Gobierno:

“Chile tiene una postura conservacionista. Nos interesa la protección de las ballenas no sólo en nuestras aguas, sino en todo el planeta y eso es lo que haremos sentir en la Comisión Ballenera Internacional, que este año sesionará en Chile en el mes de junio”.

Esto último se condice con los crecientes esfuerzos de la Comisión de Medio Ambiente del Senado para consolidar antes de junio una legislación definitiva, basada en tres proyectos ya existentes, para reemplazar el actual Decreto Supremo que impide la caza de ballenas en nuestro país, válido únicamente hasta el año 2025 y por tanto considerado insuficiente por autoridades, parlamentarios y especialistas.

Fuentes:

Gobiernodechile.com

Diario La nación, 8 de abril

jueves, 3 de abril de 2008

Fernanda, en la clínica, dándoselas de andaluza

Que me han pedio que’hcriba una cosa y que no se me ocurre ná, mi arma. Y cómo se me va ocurrí, si hace máh de un mé que casi ni sargo de’hte sitio; de ehte mardito edifisio de paredeh blancah, de pisoh blancoh y de personah blancah también, que llegan a mimetisase en loh pasilloh; con unah contrussioneh ar lao que no dan tregua ni de día ni de noshe, y con toah lah preocupasione que mi mamita me dehó con su partía (que la casa con un montó de cashivashe, que loh perroh grande que nadie se quiere llevá, que loh papeleh que hay que firmá...) Y con er doló: er mío y er de toa mi familia.

Pá qué hablá de lah rasoneh que me tienen aquí: primero lah operasione de mih hermana produ’to der assiénte (a una hubo que operale la colunna y la naríh, a la ota la cadea y la roílla: too sinificó tre semanah en la clínica); dehpueh, como si no hubiese sío sufisiente, hay que inte’ná a la abuelita (a la madre de mi abuela, digo) po una infessión en loh riñoneh; y a loh doh día una de lah niñita sale con ota cosa: que suh doloreh en er vientre eran poque se había gorpeao er intehtino y se le produho una necrosi, y entonse hubo que co’tale osho centímetro y sacale er apéndise. ¿Podéi haseroh una idea?

Ahora mihmo, ahora que trato de’hcribí, son lah cuatro de la ta’de. Ehtoy en la piesa de la abuelita con mi abuela (su hiha digo, que ehtá completamente hesha pedasoh) y mi tío Miguel. La enfe’ma no deha ni un minuto de hodé: grita, reclama, trata de levantase y de sacase toa esa sa’ta de cableh que la mantitene con vida (la sonda der ossígeno, de la comía, de la orina...) Poque la cosa eh q’ella no quiere viví: ¿y cómo va queré si ya ni ve, ni oye, y tiene una pena negra que no la deha pará de llorá? Pero ná podemoh’asé nosotroh pá que se rehpete su voluntá de que la dehen tranquila: ya no essihte er consepto der buen morí; tooh ehtamo condenaoh a lah maravilla de la te’nolohía y al “heroihmo” de loh médico. A menoh que noh caigamoh en un avión.

Que me han pedío que’hcriba, mi arma.

jueves, 27 de marzo de 2008

Crónica: Inauguración de la exposición “Matta: desnudar los ojos”

26 de marzo de 2008. Cuando llegamos a la Galería Artespacio, a sólo quince minutos de comenzado el evento, ya ni ganas daban de entrar: a través de las vitrinas, podía verse que el espacio del primer piso estaba llegando al límite de su capacidad. “Esperemos un rato a ver si se vacía un poco”, dijo Oscar, mi amigo que me acompañaba, y por aproximadamente media hora nos limitamos a observar desde afuera; a observar aquella profusión de personajes conspicuos entre los cuales no faltaban verdaderas “celebridades” de la esfera política, como el ex Presidente Lagos —cuya presencia luego destacaron todos los discursos—, el Subdirector Gerente del FMI Eduardo Aninat y, evidentemente, el alcalde de Vitacura don Raúl Torrealba. El lugar bullía además de cámaras y reporteros; verdadero centro de atención para el grueso de esta concurrencia bien vestida, que parecía muy a gusto entre saludo y pose para la foto. Empero, como infiltrados, figuraban un par de jóvenes desarreglados que nos hicieron sentir a Oscar y a mí un poco menos fuera de lugar.

Pasada la media hora, cosa esperable dada la nacional tendencia a la impuntualidad, el volumen de gente había aumentado considerablemente. A estas alturas, entonces, no quedaba otro remedio que entrar y abrirse paso entre la multitud; entre la multiplicidad de pequeños grupos que, salvo escasas excepciones, conversaban animosamente dando la espalda a alguna de las piezas de la selección —todas obras tardías y de gran formato—.

Comenzamos a recorrer la exhibición y pronto llegó el momento de los discursos. Hablaron, entre otros, un representante del auspiciador Banco Edwards-Citi, uno de Correos de Chile —puesto que la gran novedad era que saldría a circular una colección de sellos con reproducciones de tres pinturas de Matta; eso sí, fragmentadas a la manera de un rompecabezas, que el asiduo coleccionista debería empeñarse en reunir—, una de las socias de la galería y, al final, la viuda del pintor, Germana; cuya labor (y también sus ojos) no habían cejado de adular en los discursos previos. Por otra parte, todos enfatizaban en el carácter de “patrimonio” de las obras del “pintor chileno”, que debían estar “al alcance de todos”; palabras que iban de la mano a la ya mencionada “heterogeneidad” de los asistentes. Llamaba la atención en este sentido, además, el continuo uso de términos como “especies filatélicas” —en lugar de “estampillas”— y “matasellado” —¿matta-sellado, gancho comercial?— para referirse a la novedosa iniciativa antes mencionada.

Luego de esto, se hizo la ceremoniosa entrega de los sellos y se invitó a una champaña de honor; a lo que nosotros salimos con la misma dificultad con que logramos entrar, preguntándonos si acaso alguien entre todos los presentes se había detenido ante cada uno de los cuadros de uno de “nuestros” pintores “más importantes” y “reconocidos a nivel mundial”.

jueves, 13 de marzo de 2008

Descripción

Es probable que, para cualquier visitante, lo más llamativo de Bucarest sean sus dramáticos contrastes. Baja uno del metro en Piaza Udirii —que, para un santiaguino, viene a ser el equivalente a Plaza Italia— y la estación se presenta como una precaria galería comercial subterránea: hombres y mujeres de edad madura, rostro ajado y expresión un tanto hostil figuran sumergidos en sus kioscos; kioscos repletos de ropas, maletas, aparatos eléctricos de unas marcas bastante dudosas y toda clase de otras chucherías; además de frutas, golosinas y abarrotes varios.

Pero subiendo por la escalera mecánica —saliendo de este espacio oscuro, sucio y atestado—, se encuentra uno con un cruce de avenidas principales: por un lado, una concurrida arteria sitiada entre edificios de oficinas financieras y modernas galerías comerciales; por otro, una vía de tres carriles por lado y un bandejón central de un ancho que podría hacerlo llamarse plaza, pero sin árboles. Esta última desemboca en lo que supuestamente es el segundo edificio más grande del mundo después del Pentágono: la Casa Poporului (casa del pueblo), monumental ícono de la época comunista.

Luego, internándose un poco en cualquier dirección, comienzan a aparecer los perros, los viejos y los mendigos: cientos de ellos errando por las calles, arrellanados en las fachadas o hurgando en los basureros; todos ellos con la misma mirada perdida y triste. Muchos viejos y pocos niños, como en casi toda ciudad europea. Y llama la atención la casi total ausencia de gitanos: esos personajes que en el imaginario colectivo figuran como la amplia mayoría de la población rumana, apenas sí se dejan ver en el centro de Bucarest.

Finalmente cabría mencionar que, entre los derruidos edificios de departamentos y loa sitios patrimoniales en incipiente proceso de reconstrucción, se alzan (o se hunden) las particulares cúpulas de las iglesias bizantinas; marcas del predominio del cristianismo ortodoxo en todos los Balcanes.